Recién comenzábamos la tercera jornada de pesca del viaje, es decir, el penúltimo día de la temporada 2010-2011 y el nerviosismo generado por la anticipación de capturar grandes truchas-trofeo nos traicionaba. Es posible que haya sido sólo a mí, pero percibía ansiedad similar en mis compañeros de viaje. El lugar, uno de los lagos llamados “de transición” en la zona de Coyhaique, al cual nuestro amigo Franz – también director de RiosySenderos.com – llamó Lago Constelación.
La propuesta era clara: truchas grandes, enormes realmente, que estaban aprontándose a la escasez de alimento del invierno, por lo que se esperaba un sólido interés en … básicamente cualquier oferta adecuadamente visible y tentadora que pudiésemos presentarles.
La primera esperanza era que las truchas estuviesen dispuestas a subir a la superficie a atacar alguna de las grandes moscas secas. Pero Franz fue claro en decir que era poco probable. “Estas truchas salen a la superficie sólo en la mitad del verano y muchas veces en la presencia de las eclosiones de grandes Caddis.”
Aún así, varios lo intentamos al comienzo, separados en dos diferentes embarcaciones y con radios encendidas para comunicarnos cualquier novedad.
Con Franz y Franco recorrimos una de las bahías cruzando el lago. Los impactantes colores de otoño del bosque circundante intentaban distraernos de nuestra misión, pero la expectativa de las truchas que buscábamos nos permitió ganar momentáneamente ese tira y afloja con la naturaleza exuberante de la Patagonia.
Así pasaron varios minutos mientras diligentemente presentábamos algunos streamers – habiendo ya desechado la idea de las grandes secas. La idea de los streamers resultaba la más sensata, basada en toda la experiencia de pesca en otoño. Las grandes truchas buscan grandes bocados. “Un pequeño pez o una sanguijuela aportan mucho más que una gran ninfa o insecto alado” … obviamente.
Toda incógnita de los patrones ideales se despejó con un llamado de Carlos por la radio.
- “Atento Rodrigo. Atento Rodrigo.”
- “Aquí estoy, cuéntame.”
- “Llevamos dos picadas, una de ellas se cortó.”
- “Excelente. Que siga activa la mañana. … ¿Con qué picó?”
- “Cambiamos hace un rato. Las truchas se tiraron a la San Dragon.”
… ¡por supuesto!
Las ninfas de libélula están presentes y activas todo el año. Además, por su tamaño, resultan una tentación mayor para estas truchas que buscan aprovisionarse de grasa para el invierno inminente.
Dicho y hecho, cambio de mosca, continuando con mi caña #6 y una línea shooting taper con un largo running line.
Franco, por su parte, decidió sumarse a la idea y apenas unos pocos lanzamientos después, veíamos como su línea desaparecía rápidamente en el agua, seguida vertiginosamente por el backing, todo acompañado por un moderado chirrido de su carrete. La fiesta había comenzado y una de las grandes arcoiris se había lanzado a la ninfa.
… Ok, ya está clara la historia, por lo que, para no alargarla con detalles fáciles de imaginar, puedo resumir en que durante la tarde tuvimos en total una docena de piques y seguidas visuales a nuestras ninfas, las cuales terminaron en media docena de robustas truchas levantadas y fotografiadas. Y en mi caso, una de mis gloriosas San Dragon simplemente destruidas por las fauces de estos trofeos.
Revisitando la San Dragon
El origen de la San Dragon se remonta a mis visitas anuales a los lagos en la zona de Futaleufú, en particular al Lago Espolón. Ese lago, en ese entonces – y según entiendo – hasta el día de hoy, tiene una población muy prolífica de truchas arcoíris. Su misma abundancia no les permite crecer demasiado, ya que la competencia por comida es brutal, pero esa misma competencia las hace extremadamente agresivas y voraces.
Ese mismo lago tenía incontables orillas rodeadas de juncos. Así es, esos mismos juncos en los que la mayoría de los mosqueros fijamos la vista cuando nos encontramos de visita en un lago nuevo. Sabemos que las truchas están por ahí. Sabemos que la razón de que estén ahí es la abundancia de comida que se da entre la vegetación. Los sabemos con claridad y no olvidamos jamás.
Me tomó un par de visitas darme cuenta de la abundancia de libélulas. Mis visitas veraniegas evidenciaban los adultos alados, pero al estudiar algo más de la vida inmadura de estos insectos me permitió entender mejor qué podía estar ocurriendo bajo la superficie.
Cuando lo entendí y comencé a utilizar las primeras versiones de esta imitación de ninfas, la pesca – incluso – se volvió monótona. Casi segura. Llegué a contar 30 piques en una mañana.
El diseño actual – y final … por ahora – de la San Dragon resultó de dos versiones anteriores. Los grandes ojos fueron considerados desde el principio, pero la primera versión usaba ojos de plástico. No me tomó mucho darme cuenta que si bien funcionaban, el contar con ojos más pesados ayudaba a hundir más rápido el patrón, y además el mismo peso en la punta permitía un nado más ondulado. Esta idea del sube-y-baja la obtuve de la acostumbrada técnica llamada “jigging”, que usan en el Hemisferio Norte, y que en ese tiempo había dado incluso lugar al reciente récord de trucha fario en los ríos de Arkansas en EEUU. A la siguiente temporada me topé con los ojos de bronce en forma de reloj de arena. Estos fueron la evidente solución y una de las modificaciones más fundamentales hasta ahora.
El segundo gran cambio fue en el cuerpo. Si bien, siempre consideré las patas de goma y el collar de pluma justo detrás de los ojos, el cuerpo original de chenille, muy similar a la Woolly Worm, no me convencía. La solución llegó por casualidad, cuando me quedé sin chenille en medio de una sesión de atado en la misma Carretera Austral, lo cual me propuso utilizar el sobrante de la misma pluma de marabou utilizada en la cola, sin cortarla. La torcí para formar un cordón y luego la enrolle sobre el cuerpo, pasando entre las patas de goma. El resultado fue un cuerpo del mismo color que la cola – que en realidad es el abdomen de la ninfa, con el añadido de que varias de las fibras de pluma de marabou le agregaban un toque de “vida” muy visible bajo el agua. Casi como teniendo movimiento por si solas, intensificando el efecto impresionista general del patrón.
Con el tiempo he vuelto a revisar la selección de ojos y he aceptado una segunda variación con ojos de cadena, que siendo plateados, le dan un brillo adicional para facilitar que la trucha ubique la imitación incluso a distancia. Además, el reducido peso de estos ojos permite pescar este patrón con comodidad y control en sectores bajos, lo cual en algunas ocasiones fue una diferencia fundamental.
De tal manera, esta es la receta actual de la San Dragon.
Receta de la San Dragon
- Anzuelo Mustad 9672 o Tiemco 376, de ninfas o streamer corto, tamaños 8 al 12
- Hilo 6/0 negro
- Cola Una o dos plumas de marabou relativamente densas.
Recomiendo el color negro por sobre cualquier otro, pero he sabido de versiones en verde oliva que han resultado exitosas. - Tórax Enrollado de la misma pluma de marabou como base.
- Patas 4 patas de elástico negro en dos tiras paralelas.
- Collar Pluma de largas fibras de saddle negro.
- Ojos Ojos de metal (bronce) o bolas de cadena (bead chain)
Atando la San Dragon
El proceso de atado y parte de sus detalles se explican en este video.
Pescando con la San Dragon
La presentación debe concentrarse en hacer pasear la mosca cerca del fondo y/o cerca de los juncos o cualquier otro tipo de estructura, como troncos sumergidos.
Respecto a la recogida, la técnica más utilizada, no sólo por mi mismo en un comienzo, sino que por todos mis conocidos es el stripping a tirones cortos y moderados. En los últimos años he podido comprobar, en especial en lagunas pequeñas, que el hand-twist o figura ocho, funcionan a la perfección, produciendo un nado ideal.
De todos modos, para entender bien como ocurre este nado, los invito a ver este video bajo el agua de mi amigo Carlos Correa.
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